
AROMAS III
En aquella primavera, él había plantado su bosque de eucaliptos sobre las lomas del este. En silencio se dedico a esperar la cíclica onda nocturna, sonámbula de lejanos recuerdos y naufragio de sueños.
Soplaba la brisa llevando al aire, palabras, pensamientos… y su rostro.
Preso de una emoción, de un destino que se abre sin saber donde alcanzarlo, se decidió a seguirlo, cualquiera sea el rumbo.
Destino que se convirtió en sendero distinto y ya inequívoco.
Solo restaba esperar que ella regresara.
En tanto el aroma de los eucaliptos impregnaba el aire que él respiraba.
Civetta
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